La tenue luz de los postes de la calle son lo único que iluminan su habitación. Él no podía dormir, un
pensamiento rondaba su cabeza: “Matar”. Pues, muerto el perro, muerta la rabia. Creo que era lo
que se repetía. Sin embargo, una idea opuesta también recorría su mente, una idea que se
contraponía, ya que ese perro del que quería deshacerse, era su mejor amigo. Un círculo vicioso el
cual no lo dejaba actuar. Solo estaba tendido en su cama.
Fue un veintitantos de hace un mes cuando lo vi sentado en el bus. Sus ojos estaban en la ventana,
pero su cabeza estaba en otra parte. Iba a reunirse con unos amigos que él no veía desde que
terminó el colegio. Nunca se habían reunido desde ese entonces, solo veía que se escribían por chat,
tampoco me comentaba de qué hablaban (se veía emocionado cuando lo hacía, pero otras veces su
sonrisa se transformaba en una cara larga). Él estaba nervioso.
Pensó que llegaba tarde. Al ver su celular, se dio cuenta que era más temprano de la hora establecida
para encontrarse (algo inusual, ya que él suele llegar tarde a cualquier otra reunión). Una vez en el
lugar de encuentro (un centro comercial bastante popular de Miraflores), esperó dentro.
Deambulaba cerca a la Puerta 1 de salida, mientras esperaba alguna respuesta a su aviso de que él
ya había arribado.
Al cabo de cinco minutos, vibró su celular y en su pantalla un mensaje se asomó. “Ya llegué”, dijo su
amiga. Ella era el motivo por el cual lo vi sonreír (sin embargo, no estoy seguro de que el sentimiento
que él sintió fuese recíproco). Sus piernas empezaron a temblar. Ella le pasó su ubicación y él fue
enseguida. Trató de no pensar muchas cosas mientras se dirigía a la Puerta 2, pero sus emociones
lo desbordaron.
Él la vio y ella a él. Ella se veía bastante feliz por el reencuentro. Primero se saludaron con un puño
(como lo solían hacer en el colegio), pero después de un pequeño instante que parece que ninguno
de los dos se dio cuenta, ella lo abrazó y le dio un beso en la mejilla. Entonces empezaron a hablar,
mientras esperaban a que los demás llegaran. Su interacción fue como una carretera afectada por
la lluvia. Él intentaba crear un hilo, el cual ella continuaba alegremente, pero él no sabía cómo
seguirlo. Hubo muchos silencios incómodos.
Pasó casi media hora. A pesar los baches, le fue divertido las conversaciones que tenía con su amiga.
No obstante, en el minuto treinta y uno, fue cuando su vagón de montaña rusa ya había llegado al
punto más alto y solo queda un camino que recorrer. Sus demás amigos llegaron en conjunto
(parece que vinieron juntos, ya que viven relativamente cerca), pero, en especial, uno, el primer
amigo que él hizo, su mejor amigo.
Lo vi en cámara lenta, cómo es que ella cual tren abandonó la estación en donde había estado treinta
minutos antes y sin dar reparo fue a la estación en donde su amigo estaba. Aunque su cara no lo
demostraba, vi en él unas pequeñas gotas que sobresalían en sus ojos. Esta no era la primera vez
que lo veía así, puesto que era el mismo rostro tenía luego de estar feliz cuando chateaba por su
celular. Solo Superman podría haber detenido un tren en movimiento. Él era un simple mortal.
El hilo que sus amigos formaban era distinto, su carretera estaba tan bien asfaltada que ni cincuenta
tráileres cargados hasta el máximo parecía hacerle un solo raspón. Un sentimiento nació dentro de
él, deseaba tener aquella resistencia, deseaba que ese tren no se hubiese ido de su paradero,
deseaba que su amigo no estuviese. Él se mostraba feliz con los demás, pero dentro de su corazón
algo más fuerte que la ira se apoderaba de él. Así estuvo hasta el final de su reunión (casi a las nueve
y pico de la noche).
Con el pasar del tiempo, él trataba de hablarle por chat como lo hacía habitualmente. Pero ya no
era igual, desde esa reunión ella y su amigo se hicieron mucho más cercanos. Esto lo enfurecía
muchísimo. Solo atiné a decirle que aquel chico también es su amigo, quien también lo acompañó
en varios momentos. Parece que solo lo confundía más. Pues aquel torbellino de ideas que giraba
en su mente no se detendría. Solo espero que mañana él ya no tenga esas ideas en su corazón.