
Tuve un profesor de la secundaria, un hombre bajito, tranquilo, pero dotado de un gran carácter que antes de aplicar un castigo a los alumnos solía justificarse: “ se le dijo, se le advirtió, se le previno, se le aviso, se le recomendó, se le emplazo, se le hizo saber…”.
He recordado siempre esta suerte de catilinaria frente a necios contumaces y consuetudinarios. Hablo de mediados de los sesenta del siglo pasado, cuando apenas habían transcurrido 15 años de la última gran conflagración mundial en la que resultaron fritos, sancochados, rostizados, a la plancha y al vapor entre 55 a 60 millones de homo sapiens.
Porque ya entonces los EEUU estaban metidos hasta la cirunta en la Guerra de Vietnam, sin recordar la de Corea, y don Mao con su Revolución Cultural y su Gran Salto Adelante, se chifaba a decenas de millones. Y para qué ya hablar de Camboya, de Suharto, de Irak. Aburre tanta sangre. Parece que el finadito Marco Aurelio Denegri tenía razón. Como especie no tenemos futuro. Y ahora vivimos un tiempo en que los estados, las elites, las corporaciones y las grandes cadenas de los medios de comunicación no solo nos ocultan verdades terribles, sino que nos vacilan de lo lindo.
Le llaman ‘posverdad’ a esto que para Joseph Goebels era simple propaganda política. Y voy al acné directamente: ¿qué gran misterio se esconde tras el uso repentino de las bolsas de papel? ¿No era que los ambientalistas eran unos tarados que no tenían nada que hacer y andaban jodiendo por joder? Va uno al supermercado y lo invitan a que compre su bolsa biodegradable o de paja como la abuelita allá por los 50.
Hoy El Comercio llega a mi depa en una bolsa de papel donde se lee: “Cambiamos nuestro empaque de plástico por el de papel en pro de un mundo limpio”. En el autoservicio del grifo simplemente no te dan bolsa y te dicen que es para “proteger el medio ambiente”. Ah, carajo, ¿y por qué venden diesel con un contenido de azufre mayor a 50 partes por millón? En Estados Unidos durante décadas se usó el aditivo tetraetilo de plomo. ¿Por qué? Porque este aditivo es capaz de aumentar el octanaje. Había otros como el etanol, pero el plomo era más barato. Como era mucha concha seguir usándolo a pesar de la opinión científica en contrario, finalmente se prohibió “como parte de una legislación de aire puro.”
¿Cómo andamos en el Perú?
Hasta hace 15 años teníamos los combustibles más contaminantes del mundo. Y además por ese tiempo al modesto pan, que es la base de nuestro desayuno, le agregaban un mejorador llamado bromato de potasio. En el año 1982, Yuki Kurokawa, un científico japonés, demostró que esa sustancia provoca cáncer en un período de tiempo relativamente corto y con cantidades de exposición cercanas a las empleadas en el pan y la harina. Y aquí la usaban para cosmética panificadora, hacer panes más grandes, más inflados. Un dedazo. Esa es la vaina del capitalismo y del dinero. Primero el beneficio personal y que la humanidad se joda. La codicia se impone. Y a esto contribuye la ignorancia de los consumidores. Porque esto del plomo ya se sabía en tiempos del Imperio romano. Los romanos no desconocían que los mineros de plomo terminaban locos o morían intoxicados, que los seres humanos no podemos exponernos, ni siquiera a niveles bajos, a largo plazo. Pero como trabajaban con esclavos…
Y en cuanto a este otro aditivo, el bromato de potasio, se usaba de mala fe, y como el aceite mil veces recalentado de los insumos de muchos restaurantes populares y no populares, se le emplea para maximizar el beneficio.! Lindo! Pero volvamos a los bolsas de plástico, que según las informaciones que nos sueltan de a puchos, nos han convertido en un planeta plastificado. Y esto, lógicamente, no ha ocurrido de la noche a la mañana, sino durante décadas de prédica de esos científicos que los políticos calificaron de ‘catastrofistas’.
Estos ‘loquitos’ dijeron, advirtieron, previnieron, avisaron, recomendaron, emplazaron, hicieron saber que seguir convirtiendo a los océanos en un vertedero iba a constituir un problema de la gran seven. Consumimos aún en el mundo cinco billones de bolsas de plástico cada año. Si no gestionamos desde ahora estos desechos para el 2050 tendremos unos 12 000 millones de toneladas de residuos plásticos, flotando en el agua, asfixiando la vida marina y generando en algunos continentes una ‘sopa plástica’, una fu chi fu de varios miles de kilómetros. Algún gracioso me dijo el otro día que la naturaleza es tan sabia, que no hay que ser pesimistas, que los pescados van a llegar en bolsas plásticas ‘naturales’ al supermercado. Pero lo cierto es que la fauna marina se traga el plástico.
El otro día hallaron fría a una ballena y en su interior tenía una banda elástica de esas que les ponen a los obesos. ¿Pero por qué nos dicen todo esto ahora? ¿No será que la situación es más grave y algo nos ocultan para no generar pánico? Yo la verdad ya no siento el cebiche como antes y los choritos a la chalaca me parecen importados de Taiwán. Ojo al piojo, queridos lectores.