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«El OPIO DE LOS INTELECTUALES»

Por Roberto de Olazábal

«El opio de los intelectuales» (L’Opium des intellectuels) fue escrito por el sociólogo y politólogo francés Raymond Aron en 1955 y  sus observaciones están vigentes, brotan del papel para rebanar la psiquis de cualquier intelectual de izquierda.

Raymond Aron nos recuerda en su obra la indiferencia histórica de los intelectuales con los crímenes cometidos por la izquierda política, ironizando con la frase marxista: «La religión es el Opio del pueblo». Dice que el pensamiento izquierdista en los intelectuales es «un elemento esencial del opio de los intelectuales porque su doctrina de la inevitabilidad histórica lo aísla de poder ser rectificado por algo tan trivial como la realidad de los hechos».

Aron fue uno de los grandes analistas de la sociedad y crítico del orden social socialista del siglo XX. Sostuvo que combinar la doctrina de la inevitabilidad histórica con el «Mito de la Revolución» era una receta para la tiranía totalitaria. Observando la realidad, llegó a la siguiente conclusión: “El comunismo es una versión degradada del mensaje occidental. Retiene su ambición de conquistar la naturaleza y mejorar el destino de los humildes pero sacrifica lo que fue y tiene que seguir siendo el corazón mismo de la aventura humana: la libertad de investigación, la libertad de controversia, la libertad de crítica, y el voto».

Raymond Aron era un defensor de la libertad y la razón frente al totalitarismo político e intelectual, estuvo a favor de las leyes propias del conocimiento en oposición a las actitudes dogmáticas. Era un adversario abierto de Jean-Paul Sartre. Aron se consideraba un reformista y jamás un revolucionario, ya que el reformista, dice, reconoce  que el verdadero progreso es: i) contingente, pues depende de la iniciativa individual; ii) parcial e imperfecto, porque los ideales nunca se pueden lograr todos al mismo tiempo; iii) e imperfecto, ya que el recalcitrante carácter de la realidad garantiza errores.

Aron no fue tan popular como Sartre, pese a que sus obras literarias abordaron el estudio de los clásicos de la filosofía, la sociología y la ciencia política. Quizás Sartre supo mantenerse a la «vanguardia» y estuvo insertado en la «lucha revolucionaria»; mientras Aron estuvo dedicado al análisis del nuevo curso de la historia, ni doctrinario ni moralista, libre, ajeno a cualquier «escuela de pensamiento».

El escritor y periodista Jean Daniel dijo: «Mejor estar equivocado con Sartre que en lo cierto con Aron». Para los intelectuales de entonces sí fue mejor, tanto así, que los de hoy aún fuman del socialismo para sentirse mejor.

«Si la tolerancia nace de la duda, enséñese a dudar de los modelos y de las utopías, a rechazar a los profetas de la salvación, a los heraldos de las catástrofes. Apelemos, pues, al advenimiento de los escépticos, si ellos han de extinguir el fanatismo».
Raymond Aron