De no haber leído a Cornelius Castoriadis en los tempranos años de 1980, otro hubiera sido el curso de mi vida. Para nada mejor.
Castoriadis me sacudió de la estulticia esa de marxismo adocenado y de manual, que era creencia firme y gregaria en la universidad. Y sumando a la lectura de Gorter y Pannekoek, me despercudió para siempre de la pestilencia totalitaria enmascarada como construcción de una sociedad sin clases por la vía de una dictadura de mediocres.
Luego, Castoriadis me impulsó a pensar en cómo la imaginación puede transformar energías en cualidades, hacer surgir representaciones que comprenden discontinuidades, fracturas y clivajes de la vida social, que es necesario interpretar antes de pretender enlazar sus términos o, mejor, superarlas.
También me inspiró a pensar en el lenguaje como una creación humana en la que se fundan todas las instituciones de la sociedad en todos sus tiempos. A pensar en el lenguaje como expresivo de la reflexión que nos distingue a los seres pensantes (no a todos, por cierto: hay los que son escasos de expresión porque piensan poco); y a pensar el individuo como una creación social e histórica que quiere culminar con su emancipación en la desigualdad.
Castoriadis, que fuera editor de la memorable revista de ideas “Socialismo o Barbarie”, el griego francés nacido en Estambul que fue filósofo, sociólogo, economista y psicoanalista, además de activista político; el ex trotskista gonfalorero del consejismo anti-leninista y uno de los creadores del concepto de la autonomía política, me arrojó con la lectura de sus obras “La sociedad burocrática” y “La experiencia del movimiento obrero” al campo de apostasía respecto de las ideas de manada, que es el de la libertad de pensamiento.
Es curioso -lo pienso ahora- que la crítica y el rechazo del determinismo “materialista histórico” con su ontología de identidad de conjunto (de tropilla) y el reconocimiento de que el “socialismo” ha sido y sólo puede ser la realización fracasada de una idea justa, nos haya conducido por sendas diferentes. A Castoriadis hacia el proyecto de la auto-emancipación autónoma, y a mí al conservadurismo neo-republicano.