
En un cuento de Jorge Luis Borges un rey poderoso ordena a su cartógrafo que haga un mapa de sus dominios. El empeño del diligente trazador se ve frustrado porque sus esfuerzos no son recompensados pues el mapa resulta ser inútil. O es muy grande o se excede en detalles innecesarios y superfluos. Son las tensiones producidas al momento de diseñar el mapa, amén de los esfuerzos del cartógrafo, para congraciarse con quien ha ordenado la ejecución de una cartografía a la medida de sus deseos e intereses.
Sucede una cosa similar con dos antologías recientes publicadas en la Amazonía peruana: Ausentes en cada sombra. Más de cien años de narrativa amazónica, de Alberto Chirif (2023) y El vuelo de tu mirada, de Melissa Mendieta (2023).
En ambas recopilaciones se observa que las tensiones al delinear el mapa no han sido resueltas adecuadamente. ¿Es el resultado de la falta de experiencia, formación académica, improvisación o bisoñez de los cartógrafos/antologadores? Entre los errores que saltan a la vista están: los textos seleccionados son muy centralizados (hay sobrepeso con autores provenientes de capitales de regiones), exceso de testosterona en uno, una falta de visión totalizadora sobre la escritura en la selva, clamorosas ausencias dejadas en cada sombra, desequilibrio numérico que favorece a algunos autores, entre otros yerros. Desgraciadamente, las mismas carencias que criticamos a los florilegios elaborados desde el centro del Perú (Lima) también las padecemos en las regiones.
Mientras se leen estas antologías direccionadas y condicionadas por aprendices de cartógrafos ―sus productos finales tienen gruesos errores desde el inicio― nos acordamos inmediatamente de los/las ausentes. Así, es clamorosa la invisibilización y llama la atención la ausencia de Sui Yun, Miguel Donayre Pinedo, Irma del Águila, Sonaly Tuesta, Ana Varela Tafur, Miguelina Acosta Cárdenas, Jhemy Tineo, Samuel Cardich, entre otros, quienes son autores/as de notables ensayos, crónicas y relatos. Esto nos demuestra la falta de rigor en la investigación literaria y el poco conocimiento de los antologadores sobre la producción escrita en la Amazonía. Es sumamente preocupante también la evidente exclusión de textos indígenas como “Karuara. La gente del río”, que recoge historias del pueblo kukama recopilado por Leonardo Tello Imaina, “Relatos orales” escritos en lengua harakbut de Madre de Dios, por la docente bilingüe Yessica Patiachi Tayori, etc.
En suma, el resultado final es un viaje fallido que no conduce a ningún puerto seguro porque con mapas dibujados con desaciertos, ligerezas, exclusiones, marginaciones y olvidos, la sombra de los ausentes nos repite que seguimos siendo inquilinos de las sombras.