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TRES POEMAS DE CARLOS ORELLANA

Por Carlos Orellana / publicado en «Poemas de la vejez y la viruela» (Barba Negra 2022)

TAO

Quiero más de un verano y un otoño,
Hölderlin.
Quiero envejecer leyendo el Tao y no el Evangelio.
Quiero preparar la cama donde voy a morir
y poner en una jaula las palabras
para soltarlas a mis hijos el último día.
Quiero ocultar mis pecados,
no son muchos,
bajo una piedra negra sin arrepentimiento.
Son pecados humanos, tienen
sangre y latidos,
tienen una propia vida y una propia muerte.
No los llevaré conmigo,
no me conviene,
entraré desnudo al Purgatorio,
entraré cantando una monótona canción de amor.
No espero la resurrección de la carne,
moriré vegetariano.

A UN POETA AMIGO

(Para Alberto Alarcón)

Nosotros que giramos,
o creemos girar,
alrededor del limpio sol de la belleza,
partículas enmohecidas,
briznas magnéticas,
palabras que laten
en el obcecado silencio,
enrumbamos hacia un Norte que no existe.
O existe dentro de nosotros,
aves sinuosas
de un cielo sin cielo.

CON PALABRAS NUNCA HARÉ UN POEMA

La poesía no está hecha de palabras
sino de instantes que se bordan
sobre las telas del tedio,
la amargura,
la felicidad sobre la que caminamos,
Montale,
como sobre el filo de una espada.
Con palabras nunca haré un poema,
tampoco podré comer piedras.
Es una ilusión escribir,
lo que hacemos es soñar despiertos
y nuestra mano garabatea
paisajes inenarrables, inventa sombras
y soles moribundos,
muchachas
despiadadamente bellas
o tristes.
Las palabras son piedras milenarias
que los instantes
acomodan sobre la lengua o un papel.
Si lanzas piedras, lanzas instantes.
No pongo el ojo sino la mirada,
no pongo palabras sino mi sangre contenida,
mi respiración acallada,
mi paso y mi llegada,
mi pasado y mi futuro.
Las palabras están en el presente
como nadando en una sopa
de letras.