
Por Miguel Ángel Rodríguez Sosa
¿Es correcto decir la memoria del duelo, o decir el duelo de la memoria? Toda exhumación es una manera de la memoria: ex humus, extraer, desenterrar, recuperar, cargar con el recuerdo, informarlo.
¿Y si se exhuma los restos de la violencia es un ejercicio del duelo de la memoria, o de la memoria del duelo? Vuelvo a la cuestión inicial.
El colibrí es una avecilla diminuta, zumbay mosca lo llamó una vez José María Arguedas, me parece que en “Los ríos profundos”; y de él escribió también:
«Picaflor siwar, oculta tus alas doradas,
no me atajes, picaflor siwar,
es largo mi camino.»
En quechua alay-mosca es el nombre dado a un tipo de piedra propia de la zona alto andina, que suele hallarse en el lecho de los ríos y con la que se puede fabricar un batán, el mortero de piedra. Levedad diminuta, presencia alada fugaz la del colibrí; también recuerdo duro y perdurable. Canta su zumbido el liviano siwar, canta la piedra su pesada gravedad.
“Exhumaciones del colibrí” es el libro del poeta Edián Novoa publicado el año 2023. Un bello producto de imprenta debido al sello Gato Viejo; colorido como un picaflor, cuyo único detalle que puedo objetar es la tipografía tan pequeña de sus textos, poco amable para lectores de ojos viejos. El título me intriga y tiendo a suponer que Novoa nos quiere comunicar con su limpia poesía, a la vez, la volatilidad del canto a la memoria, su pétreo registro en el alma del poeta, el peso de una violencia contenida en las palabras, donde memoria y duelo danzan en figuras no obstante que el autor declara (Primera exhumación), sobre el período de la guerra interna que vivió el Perú hace una cuarentena de años: “viví aquella época con una racionalidad esquizoide”, pero también se pregunta ahí: “¿será entonces q hablar de memoria es sólo una ilusión?”
Novoa hace memoria del duelo y duelo de una memoria, su memoria, en un tiempo como el de hoy en el que las letras incursionan con profundidad como azadas desenterrando la violencia de ese tiempo y sus víctimas, que son tantas y distintas. Como ha hecho José Carlos Agüero en su libro “Los rendidos. Sobre el don de perdonar” donde cita a Tzvetan Todorov (“Los abusos de la memoria”) señalando que, para la memoria, el perdón es un pacto en el fracaso “que no trata de borrar un agravio ni desparecer los hechos que son imposibles de eliminar de la historia, sino reconfigurar el sentido presente de esa deuda aceptando, desde una de las partes, que será impagada y desde la otra que uno será siempre un deudor incapaz de honrar la deuda”. O como hace Miguel Mejía Castro en la contratapa del poemario de Novoa donde escribe: “En este poemario Novoa no contempla anestesia. Nos pone de cara a la reminiscencia” y líneas más arriba: “Al vuelo del colibrí, los huesos han querido regresar de las fosas a la vida y vestirse con sus ropas.”
Tengo por convicción -lego que soy- que la poesía es y debe ser conmovedora para estar lograda; y también que canta al alma del lector como lo hace desde el tiempo de los aedas. En una valoración tan sucinta como corroborable unas pocas líneas de un poema sirven bien para apreciar la buena poesía. Y Novoa confirma este aserto cuando inicia el poema “Fosas” diciendo:
“las costillas y la lliclla de María
no su alma
el cráneo y el chullo de Lalito
no sus sueños
el húmero y la blusa de Felipa
no sus bordados
(…)”
O cuando menciona en el poema “Próximas preguntas”:
“las osamentas recordarán sus guerras
la de ser soldado en lucha fratricida
la de ser víctima en engranaje afinado
la de seguir banderas como perros tras los huesos
si el hombre mata al hombre
¿para q entonces exhumar un cadáver inconcluso?
(…)”
Y vuelve al portador leve de la memoria, en el poema “Vuelo del colibrí”:
“colibrí eres jade
los alfareros tallaron tus alas
para grabar sobre cabezas de piedra
mundos aleatorios entre los ríos
(…)”
Alas y piedra. La memoria que remonta la fugacidad para asentarse en alguna parte de este mundo sublunar en el que, decía Aristóteles, todos los objetos lanzados al espacio caen buscando su centro en la tierra.
Leyendo con una mezcla rara de fruición y dolor el libro de Edián Novoa, me viene a la mente que el autor escribe poesía indiferente a los acordes de las celebraciones y complacencias mutuas que distinguen en este país -y seguramente en otras partes- al mundillo de los poetas. Y escribe como lo hace Luis Eduardo Aute en su poema hecho canción:
“(…) Y ahora que ya no hay trincheras
El combate es la escalera
Y el que trepe a lo más alto
Pondrá a salvo su cabeza
Aunque se hunda en el asfalto
La belleza…”
Porque Edián Novoa es un buscador de la belleza.